Los Simpson, o la imposibilidad de parar a tiempo

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Muchos de los que formamos parte de la juventud posmoderna de fines de Siglo XX sentimos algo en relación a Los Simpson. Dejando de lado los jóvenes a los que no les agrada la serie (que los hay), creo que está bastante aceptado que Los Simpson es La Serie animada de la historia de la televisión.

Fanáticos o no somos muchos, sin dudas, a los que nos gustan Los Simpson. La serie creada por Matt Groening en 1989 como un modo de criticar la sociedad norteamericana nos ha acompañado a medida que íbamos creciendo. Y, así como crecíamos, también se iba ampliando el rango de chistes que entendíamos. De sólo reírnos de los más sencillos juegos de palabras, pasábamos a comprender cosas mucho más complejas. O mejor aún, empezábamos a pensar. De a poco, comprendíamos algunas cuestiones de la vida norteamericana que, nos pese o no y debido a la globalización, se parece en muchas cosas a la nuestra.

Es que Los Simpson son una filosofía, una forma de pensar. Si desmenuzamos cada uno de los chistes de la serie nos encontramos con alguna visión del mundo, con alguna crítica feroz al sistema capitalista o a la religión. Los Simpson lograron eso. Se convirtieron en una serie súper popular, que crecía en audiencia, pero que además crecía en calidad de contenidos. Eso, hasta cierto punto.

Es difícil saber a ciencia cierta cuándo empezó la debacle amarilla. Los expertos sobre la serie no logran ponerse de acuerdo. Algunos dicen que desde la temporada 15, otros cuando cambiaron las voces, un par de temporadas más adelante. La cuestión es la siguiente: la serie está transcurriendo su 25ª temporada, ya pasó el capítulo 500, y hace mucho que está en una pronunciada curva hacia abajo. Curva que, por no tener fin, por continuar y continuar, se hace cada vez más pronuncida, más hacia abajo.

La serie, hoy por hoy, no es mala. Es cierto. Hay capítulos que están buenos y hay capítulos muy malos. El problema de Los Simpson es, justamente, que son Los Simpson. Y desde un tiempo atrás a hoy, han caído en la mediocridad más absoluta, más cualunque, más chota.

Pongamos las cosas bien en claro. ¿Está mal que la serie haya bajado su nivel, que no sea lo de antes? No, para nada. Es un movimiento absolutamente normal en la parábola lógica de calidad de una serie. Es imposible mantener un nivel excelente durante 25 años, con el arrastre lógico, el cansancio, y el agotamiento de ideas de los guionistas, productores, etc. El problema, el error de la gente que trabaja en la serie, es la imposibilidad de parar. Los Simpson son cada vez más malos por el sencillo motivo de que continúan.

Es todo un tema, sin duda, el de los cierres. Vivimos en una época donde las series le han sacado el lugar de privilegio a las películas. Desde hace más de una década, son las series de televisión las que mejor explican la vida, y las que mayor repercusión tienen. Ha habido series excelentes en los últimos tiempos que además se adaptaron mejor a la lógica de Internet de “lo veo cuando se me da la gana”. Y los finales… ese es el punto. Está bastante aceptado el hecho que una buena serie debe tener un buen final. Y, para tener un buen final, una premisa obvia es que ese final sea a tiempo. Ni antes ni después de lo que la trama lo pide. En el momento justo.

Sobre la serie “Breaking Bad” le escuché decir a más de uno: “La serie es excelente, y terminó cuando tenía que terminar”. Parecería, entonces, que los productores aprendieron de los errores de otros. Sólo por nombrar uno, “Lost” fue una serie excelente que lo arruinó todo por no terminar a tiempo: el argumento se volvió demasiado complicado y el final no satisfizo a casi nadie.

Lógicamente, hablar de los  finales de las series de un modo tan abstracto y tan “desde la recepción” es muy sencillo. Las series son (no estoy descubriendo la pólvora) un negocio. Y si tienen éxito, hacer que continúen es una inversión muy sencilla con ganancias garantizadas. Por eso, cuando pedimos que las series terminen en su debido momento, parecería que pedimos una quimera, un hecho imposible. Si los tipos se llevan un vagón de guita, ¿para qué van a cortar la serie? Es cierto, y desde acá no pretendo nada. Sin embargo, lo único que le diría a los productores, es que el mundo de las series está a un pasito nomás de poder considerarse algún tipo de arte. Así como el cine se fue ganando su lugar, es bastante lógico que incluyamos a las series en este escalafón. Si éstas son cada vez mejores (esto incluye, terminar cuando deben terminar), esto es posible. Ahora bien, si la lógica de la guita es la única que guía, no hay idea de arte que resista. Sólo eso, muchachos que invierten. Dejen un par de millones de lado, total a ustedes les sobra, y dejen que los fanáticos tengan un final como se merecen.

Con Los Simpson, por su parte, la idea es más o menos la misma. Como fanático de la serie desde que sé prender la tele, lo digo: paren ahora, pongan todas las energías en un buen último capítulo (ni siquiera pido que sea excelente) y que el último apague la luz. Los Simpson cuentan con la ventaja de no tener un argumento que hile toda la serie, ya que cada capítulo es una historia en sí mismo. De cualquier modo, la serie va a pasar a la historia. Y además, la cagada ya está hecha por los 200 capítulos mediocres.

Ya es hora de terminar. Nada es eterno, y continuar la serie sólo es chocar contra esta máxima de la vida. Los Simpson, que tan felices nos han hecho a muchos jóvenes occidentales, merecen un final. Todos lo merecemos.

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