Habría que buscar en el tiempo y remitirnos al pasado, y aún así es muy difícil que encontremos algo como lo que pasó en estos días. Entre el 10 y el 15 de abril, se dieron una serie de muertes en el ámbito científico de las Ciencias Sociales que sin duda sintió todo el mundo académico. Sin embargo, en la comunidad de sociales, y particularmente la de Comunicación, las vivimos aún más de cerca.
Ya ubicado en mi lugar de estudiante, quiero decirlo. Es rara la relación que uno tiene con los tipos a los que lee. Es bastante paradójica, para empezar. Los conocemos sólo como “el-que-escribió-esto-que-tengo” sin saber, la mayoría de las veces, ni siquiera cómo es su cara. (De hecho, me ha pasado de no saber su sexo en más de una oportunidad donde no estaba su nombre). Sin embargo, por otro lado, también me gusta pensar que a los tipos los conocemos como a ellos les hubiera gustado. Los estudiamos, tratamos de entender lo que dicen, asistimos a clases donde sólo se habla de ellos. En cierto punto, ¿qué más podrían pedir?
Es muy rara también la relación que tenemos con la muerte de las personas que no conocemos. Podemos ponernos realmente tristes porque “ya no está” alguien que, en definitiva, nunca estuvo mucho con nosotros. Pero en el caso de las personas a las que leemos en la facultad sin duda que la ecuación cambia un poco. No accedemos a ellas por medio de cómo se las ve en los medios de comunicación, sino que las conocemos por aquello a lo que le dedicaban más tiempo: su trabajo. Por eso, cierta melancolía ante su muerte, me parece más que lógica.
Bueno, sin más vueltas. El 10 de abril se murió en Reino Unido Richard Hoggart, uno de los padres fundadores de los Estudios Culturales. Fue clave en lo que se conoce como la Escuela de Birmingham, desde donde empezó a pensar, con sus amigos también muy capos, alguna forma de relacionar el marxismo con la cultura. Si bien parecía una tarea difícil porque Marx hablaba principalmente de economía, los tipos lo hicieron y muy bien. Y, sin caer en un estructuralismo aburrido y condicionante, Hoggart se despachó con Uses of Literacy (1957), su obra maestra. Ahí, el inglés critica la industria cultural, critica la sociedad de masas, y algunas cosas más. Y piensa siempre desde la clase obrera, preguntándose cómo hacer para que zafe de todo este despelote.
Continuamos con la semana negra. El 13 de abril falleció en Sevilla Ernesto Laclau, un pensador y politólogo argentino de los más grosos del último tiempo. Si bien tal vez nos lo cruzamos un poco menos en la facu, Laclau siempre está dando vueltas por ahí, sobre todo si alguien dice la palabra “populismo”. En 1985, escribió Hegemonía y Estrategia Socialista, donde criticaba algunos supuestos básicos del marxismo y ponía una de las piedras fundacionales del luego denominado post-marxismo. Y, si bien este debe ser su libro más importante, Laclau se hizo “famoso” (famoso en términos de filósofo, por supuesto) con La Razón Populista, de 2005. Ahí, el pensador hizo algo, a mí entender, bastante novedoso, ya que debe haber sido uno de los primeros intelectuales al que se le ocurrió que el populismo podía ser algo no tan horripilante, a partir de la idea del significante vacío. Sin duda, algo revolucionario dentro del campo. Una reflexión más: desde muchos lugares se dijo que era un intelectual kirchnerista, algo que, probablemente, sea cierto. Sin embargo, creo yo que más que Laclau sea K, el kirchnerismo es “laclauista”, con perdón de ese neologismo tan choto.
Finalmente, me falta el que nos resulta más cercano de los tres a los de comunicación. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Eliseo Verón, quien falleció el 15 de abril. (Alejandra ya hizo una nota sobre él, por lo que esto es sólo una pequeña mención) Verón es, lejos, el tipo al que más se lee en la facultad. Está en Comunicación I y II, en Semiótica I y II, y en alguna más seguro que también. De hecho, hay cátedras absolutamente “veronianas”. La Semiosis Social, su libro más importante, es la Biblia de los comunicólogos. Todos sabemos más o menos qué dice, y eso que es bastante inentendible. Además, fundó la revista LENGUAjes, con la que prácticamente abrió el campo de la comunicación en Argentina. Con Verón pasa algo muy interesante. El tipo hizo dos cosas que le podrían haber generado su destierro definitivo de Sociales: trabajó con Duhalde y defendió al Grupo Clarín en las audiencias amicus curiae por la Ley de Medios. Sólo una de ellas ya sería, para muchos, totalmente imperdonable. Pero Verón era tan groso que estaba más allá del bien y del mal. Nadie lo quería mucho, y sin embargo, los profesores se rendían ante su teoría y lo daban todo el tiempo.
Hasta aquí, mi pequeño homenaje a estos tres grosos de las Ciencias Sociales que se fueron casi juntos. Luego de una semana donde la parca estuvo especialmente mala onda con los intelectuales, esperemos que ahora afloje por un tiempo.