Fuerza Bruta: Desafiando los límites del espectáculo

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Fuerza Bruta no es una obra de teatro, ni un show de circo ni el recital de una banda. Tiene un poco de todo eso, mezclado, triturado y servido como un espectáculo único, que se resiste a cualquier intento de ser calificado o encasillado en un adjetivo. Las puertas del Centro Cultural Recoleta se abren de jueves a domingo para dejar entrar a los ansiosos espectadores a vivir (o revivir) el show que les tienen preparado y que ya ha rodado por el mundo entero. Una vez ingresado dentro del recinto, cada uno se ubica donde quiere. No hay sillas, butacas ni numeraciones de ningún tipo. Todo el espacio está a disposición de los asistentes. El único requisito es que, una vez comenzado el show, deberán obedecer las órdenes del staff para no entorpecer la dinámica constante entre los actores y la escenografía. Todo lo que se vive y se siente desde que se apagan las luces es muy difícil de transmitir con palabras.

Fuerza Bruta, en mi opinión, redefine los límites del espectáculo para ablandarlos y amoldarlos a las exigencias del público moderno. Un público que no quiere estar más inmovilizado en una silla, que no quiere que le digan qué hacer. Que quiere elegir el punto de vista desde donde va a admirar la magia del show y poder cambiarlo tan rápido como cambia de canal durante la tanda publicitaria. Que quiere extender la mano y tocar, levantar los ojos y mirar, sentirse interpelado y motivado por un montón de caras extrañas que lo miran del otro lado. Bailar con gente que parece estar pasándola tan bien como uno y jugar a ver quién salta más alto. O, simplemente, quedarse a un costado y observar desde un lugar tranquilo. No existe una forma correcta de disfrutar el espectáculo y es ahí donde Fuerza Bruta se destaca entre todos los demás, comprendiendo la demanda de una sociedad donde la variedad de puntos de vista posibles es tan amplia como la cantidad de cuentas de Twitter que se abren por hora en el mundo.

Fuerza Bruta es, además, un espectáculo tan argentino como internacional. Hay algo en la música, en los bombos y en esa extraña cumbia electrónica que hace que uno se sienta parte de la fiesta, una fiesta que parece diseñada para el pueblo celeste y blanco pero que, al mismo tiempo, triunfó en muchas ciudades del mundo. La respuesta está en la falta de diálogos y la constante apelación a los sentidos, nuestro gran factor común como humanidad. Las luces, la música y los gestos son inconfundibles y la experiencia es imposible de traducir en palabras de cualquier idioma. Por eso, es un espectáculo muy recomendado para los extranjeros que visitan Buenos Aires y buscan una salida diferente. Acá, definitivamente, la van a encontrar.

Fuerza Bruta es una experiencia sensorial que vale la pena atravesar. A la salida se observa a todos y cada uno de los espectadores cargados de energía, con ganas de más, con sonrisas y caras de sorpresa dignas de niños de jardín de infantes. Cuando las bocas asombradas se cierran y los comentarios cambian de tema, la sensación adentro perdura un poco más. A nadie le va a cambiar la vida pero, aunque sea esa noche, todo alrededor se siente diferente.

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