El 23 de junio del 2013 Argentinos Juniors se salvó de jugar en el Nacional. Ricardo Caruso Lombardi lo hizo de nuevo y apareció en la tapa de “El Gráfico” bajo el título de Preparen, apunten… ¡HUMO! No me pregunten cómo ni traten de averiguar cuál es la fórmula, solamente puedo decirles que Caruso tiene ese no sé qué. Es como un repelente contra descensos, que ahuyenta al fantasma de la “B” y resucita equipos destruidos. Es un bombero que apaga furiosos incendios en clubes que están en llamas. Cuando uno cae en la zona roja, futbolísticamente hablando, lo más cercano a hablar con Dios es llamarlo a Richard para pedirle que haga un milagro. Pero según se comenta en el ambiente futbolero, el combo de Caruso y de Lombardi, como dice la señora de la simpática publicidad de la compañía Personal, no es solamente un mundo de soluciones. También es un mundo mediático que trae consigo una bomba que en cualquier momento puede detonar en un escándalo. Arma de doble filo, si las habrá, este ex jugador poco reconocido se ha transformado desde el banco de suplentes en uno de los personajes más apuntados por el periodismo local, en un tipo que nunca más podrá pasar desapercibido en el planeta fútbol. Con Caruso es amor u odio, señores. No hay indiferencia que valga.
El salto a la fama de Caruso se dio en el año 2007, cuando Argentinos Juniors intentaba, a los tumbos, reacomodarse en primera división tras su ascenso del 2004. Fue entonces cuando el mismísimo (y también polémico) Diego Armando Maradona le recomendó al presidente de la institución, Luis Segura, la contratación del entonces DT de Tigre, que hasta el momento nunca había dirigido en primera división. Con un largo trayecto recorrido en el ascenso, Caruso había empezado su carrera como director técnico en Defensores de Belgrano en el año 1994, pasando luego por Sportivo Italiano, Estudiantes de Buenos Aires, Temperley, Platense, El Porvenir, All Boys y Tigre, para desembocar finalmente en el club del barrio de La Paternal. Con Argentinos ya a salvo pero peleado con algunos dirigentes, Caruso dejó la Capital Federal y su próximo destino fue Rosario donde dirigió a Newell’s Old Boys, también comprometido con el promedio en aquel entonces. Los rosarinos lograron mantener la categoría y en el 2008 el DT dejaría su cargo, llegando a Racing al año siguiente. Dos veces podían ser casualidad, pero la tercera no fue la vencida. El club de Avellaneda también se salvó de la mano de un Caruso que empezaba a ganarse el respeto de muchos y la bronca de otros. El resto es historia conocida: volvió a Tigre para rescatarlo, casi logra una misión imposible con Quilmes y hasta un San Lorenzo en crisis lo fue a buscar desesperadamente para no descender. Creer o reventar, el mito de San Caruso está basado en hechos reales.
Dudé mucho acerca de cómo encarar la construcción de este showman y sentí que con mi sola opinión no bastaba para reflejar por completo al personaje. Por eso vale aclarar que a lo largo del texto se encontrarán con citas anónimas, recolectadas de charlas futboleras que tuve con hinchas de distintos clubes. ¿Por qué anónimas? Muy simple. Porque las voces en la tribuna son un todo que no distingue al individuo. Dentro de ese todo, el del hincha argentino, hay miles de contradicciones y de formas de ver el fútbol que se asocian, a su vez, en subcategorías (la primera es la de ser hincha de…) que en este caso serían, por ejemplo, el Carusismo o el Anti-Carusismo.
Hecha esta aclaración y volviendo a lo nuestro me pregunto: ¿Quién es Caruso? ¿Desde dónde hay que mirarlo para entender el fenómeno? ¿Hasta qué punto depende de él todo lo que se generó a su alrededor?
Caruso es el personaje, hasta ahí estamos todos de acuerdo (incluso el propio DT que, sabiendo lo que genera, juega con eso para usarlo en su favor). Pero hay algo más. Algo que lo excede, que se le fue de las manos. ¿Caruso perdió el control sobre sí mismo? Por supuesto que no. Y él se encarga de mostrar que siempre fue la misma persona, antes y después de hacerse popular, reflejando que la fama es tan sólo una circunstancia y no algo que haya modificado su forma de ser. Astuto, bromista, verborrágico y calentón. Cazatalentos, oportunista y tacticista por excelencia. Caruso Lombardi da con el perfil de un loco lindo. Un tipo de barrio a la antigua. Tanguero viejo. Temperamental y carismático a ultranza. Ricardo aparenta tener calle, como quién dice, y mantener los códigos que aprendió durante toda su vida; y no los modales y la frialdad que se espera de un director técnico modelo. ¿Qué es, entonces, lo que se le escapa? ¿Qué es lo que Ricardo no puede controlar? Las críticas, todo eso que se va a decir acerca de quién es Caruso Lombardi. Da igual si el que habla lo conoce o no, como también es indistinto si lo que se dice es cierto o no. El personaje está ahí y hay que llenarlo: de flores, de bombas, de humo o de mierda, pero hay que llenarlo. Y eso explica el hecho de que haya montones de ojos que están constantemente alerta para ver cuál es el próximo acierto o la próxima cagada que Caruso se está por mandar.
De esta manera aparecen los medios y los hinchas que, con sus opiniones, son capaces de elevar su ego hasta la estratósfera o de hundirlo en un mar de insultos y descalificaciones. Las voces de la cancha son claras, apasionadas y a su vez muy diversas. Por eso te podés encontrar, por un lado, con el amor: “Caruso Lombardi para mí es, antes que nada, uno de los mejores diez técnicos del mundo, no tengo dudas. Es un tipo que me transmite confianza. Saber que lo tengo de mi lado me dice que ninguna batalla está perdida. Es un motivador, un luchador y un tipo recontra carismático y trabajador que está en todos los detalles. ¡Soy soldado de Caruso!”. O también con el odio, en algún otro rincón de la tribuna: “Es un vendehumo que le gusta salir en los medios, como cuando pasó lo de Placente que dijo ante todas las cámaras que no se iba a ir a la B por más que le metan el dedo en el traste. Sus bardos mediáticos cansan. ¡Hasta se peleó con el hijo de Tinelli! Es un antifútbol que tira el equipo atrás y si puede poner un colectivo en el arco, lo pone. Jamás lo pediría para mi equipo. El fútbol no es un circo.”
Y así van los opinólogos del fútbol desparramando sus elogios o escupiendo insultos hacia este personaje que conjuga las dos caras de una misma moneda. Santo y demonio. Ídolo y oveja negra. Por un lado están su carisma y las hazañas realizadas con los equipos que supo rescatar. Pero por el otro están sus cruces desmedidos ante las cámaras, como el “no me midas”, en plena pelea mano a mano versus Fabián García (quien fue ayudante de campo de Pizzi en San Lorenzo), o el famoso ‘Placente es un cagón’. Pero detrás de todo esto también hay un tipo que, guste o no, labura haciendo un trabajo fino en el fútbol contemporáneo y eso es algo que varios hinchas resaltan a la hora de hablar de él: “Caruso sabe tanto o más (mucho más) que varios técnicos que dirigen en Primera. Conoce más jugadores, más canchas y es más estudioso de lo que parece. Pero claro, como el tipo lleva a cuestas la fama de conflictivo y que le pide plata a los jugadores, es mal visto por un montón de gente.” Otro hincha argumenta que: “Es un técnico sumamente serio y comprometido con su trabajo, al que le juega en contra el hecho de no haber trascendido como jugador porque eso hace que se le tenga menos tolerancia ante los malos resultados. […] Sabe leer el juego, sabe de tácticas y sabe contra quien juega. Estudia y en base a eso te hace su planeo. Bien o mal, hay un laburo en la disputa del partido. El tipo puede perder o ganar pero sabe a qué se enfrenta. Obviamente se le critican sus eternas excusas cuando pierde o que su idea de juego sea mezquina (en base a lo que propone el otro), pero muchos de los equipos que ha dirigido no han tenido jugadores tan virtuosos como para desarrollar una identidad de juego.”
La incógnita es qué y cómo lo hizo. ¿Cómo llegó a transformarse en uno de esos pocos personajes que sólo pueden ser amados u odiados? “Lo que choca es que es bocón. Es una persona que dice todo lo que piensa y no se guarda nada. No le importa el qué dirán, Caruso no calla. Se equivoque o no, siempre dice lo que siente. Le dicen vendehumo porque a muchos no les gusta esa forma de ser. Muchas veces la gente no quiere escuchar aquello con lo que no está de acuerdo y eso también pasa en el fútbol porque el hincha argentino es muy pasional. Vivimos el fútbol a mil pulsaciones por minuto.” ¿Por qué fue Caruso y no cualquier otro técnico? ¿Lo buscó? ¿Se lo ganó? ¿Es un privilegio o es una desgracia? “Claramente él es uno de esos que dividen las aguas porque, por un lado, se saca el cassette pero a la vez dice lo que piensa. Se lo critica por gusto futbolístico, por envidia y también porque tiene corrido el eje de lo que es ‘políticamente’ correcto. Además, en cierta medida es un generador de violencia al ser un tipo tan… sanguíneo. Y todo esto sumado a que a mucha gente dentro del fútbol le da por las pelotas que un cuatro de copas crezca tanto y dirija equipos importantes de primera división.”
Caruso convive constantemente entre el bien y el mal. Es, sin dudas, un arma de doble filo. Es el DT que sabe y que conoce equipos y jugadores de todas las categorías. Es el motivador, el canchero y el carismático. Es el que te saca las papas del fuego cuando cualquier otro no se animaría siquiera a acercarse. Pero también es el «vendehumo» y el conflictivo. El mediático al que le gustan las cámaras y los micrófonos. Se hace difícil separar las cosas pero Caruso no monta ningún personaje, en todo caso se lo montaron de prepo. El tipo es simplemente así como se lo ve, genuino. Un genuino bombero del descenso. Veremos si ahora, nuevamente en la lucha y dirigiendo al Quilmes Atlético Club, la leyenda continua…
Dicen que en la política y en la religión las personas nunca se van a poner de acuerdo. Como tercer tema en discordia, si me lo permiten, yo agregaría a Ricardo Caruso Lombardi. Pero eso sí, en el potrero después del pan y queso, al primer jugador que llamo es a San Carhumo… Porque en un picado, por las dudas, yo prefiero tenerlo en mi equipo.