Los poemas que integran Hay leña (Caleta Olivia, 2017) de Jimena Arnolfi tienen a la naturaleza como protagonista principal, poniendo muchas veces los sentimientos humanos al servicio de los demás seres vivos y hasta de las cosas inertes que componen nuestra vida. Como si estuviera parada frente a una ventana relatando lo que sucede, el estilo simple y emotivo de la autora logra cautivar al lector desde los primeros versos.
Sobre la autora
Jimena Arnolfi nació en Buenos Aires en 1986. Sus textos circulan en diferentes antologías, diarios, revistas y también en publicaciones online. Publicó Todo hace ruido (Pánico el pánico, 2013) y Metafísica (La fuersa suave, 2015). Administra su blog: www.elpoemadelmomento.blogspot.com.
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Las cosas que sabe la naturaleza
Poemas cortos, precisos y desprolijamente ordenados son los que integran Hay leña (Caleta Olivia, 2017), tercer libro publicado por Jimena Arnolfi. Con un tono logrado que se mantiene desde las primeras páginas, la autora logra crear imágenes vívidas llenas de olor, tacto y emotividad, casi como si invitara al lector a asomarse a la ventana que ella está mirando y solo tuviera que ir señalando con el dedo lo que quiere mostrar.
Los personajes que desfilan por los poemas de Arnolfi pueden ser personas, animales, paisajes u objetos inanimados, pero son tratados con igual de profundidad, sabiendo que todo esconde un secreto de difícil acceso. En ese sentido, puede leerse: «Entendí todo por un segundo y fue triste./ No todo está naciendo todo el tiempo». O también: «La memora se basta a sí misma,/ trabaja con convicción/ como una araña, obrera,/ suave y fuerte a la vez».
En esa dirección, hay una fórmula que se repite a lo largo de Hay leña, lo cual muestra una búsqueda de la autora a través de un camino preseleccionado con anterioridad, pero que de todos modos está siempre atenta a lo impredecible y lo recibe con los brazos abiertos. Esa ecuación que caracteriza a los versos de Arnolfi es la economía de palabras, pero no de imágenes ni propuestas al lector, logrando que este último pueda tomar lo que se ofrece en los poemas y lo utilice utilizando su ingenio.
Un claro ejemplo de esto es el poema «Hibernación»: «En tiempos de autopromoción constante,/ lo mejor es esconderse/ hibernar como un animal/ de sangre caliente,/ entrar en un sueño profundo/ que el latido sea más lento,/ que la temperatura descienda,/ ahorrar energías,/ usar las reservas almacenadas/ de los meses más cálidos,/ mutar en una refugiada,/ invencible». Sin necesidad de adornos, los versos de Arnolfi son sencillos, bellos y punzantes como un árbol que recorta el horizonte.
Se puede decir, en definitiva, que hay una clara intención a lo largo de Hay leña, pero Arnolfi no muestra todas las cartas, sino que las deposita de a una, como una gotera que acompaña la cadencia del tiempo. La brevedad de sus poemas es inversamente proporcional a su profundidad y ahí radica el hechizo con el lector. Como un ruido de pájaros al atardecer, estos poemas quedan resonando en la mente aún cuando ya solo queda el silencio.