Este mayo, además del frío, trajo a la cartelera porteña Rufianes, una innovadora propuesta teatral que combina lo mejor de nuestros géneros tangueros, la danza, el canto y la tragedia, imbuidos por el universo decadente de los años ’30. Para contar este relato de amores y traiciones se ha optado por el musical y para ello se han elegido algunos de los mejores exponentes del género en Argentina. El elenco, encabezado por Florencia Benítez, Talo Silveyra y Juan José Marco, está fabulosamente respaldado por una pequeña orquesta de músicos de tango que ejecutan todas las piezas en vivo.
Juan (Talo Silveyra) es un joven italiano recién llegado a la Argentina en el período de la guerra. Su hermano Romano (Juan José Marco) ya está instalado hace tiempo en el país y lo recibe con afecto pero también con cierta distancia. Lo primero que intenta hacer Juan cuando arriba a la ciudad de Rosario es conocer el círculo social en el que su hermano se desenvuelve para poder insertarse laboralmente y seguir sus pasos. Pero sucede que Romano está lejos de ser un modelo de hombre a imitar; su honorabilidad estará en duda desde el primer minuto y sus ocupaciones no parecen para nada dignas. Romano se encuentra asfixiado y embarrado hasta el cuello en los negocios turbios de la mafia de aquellos años e intentará evitar por todos los medios que su hermano menor corra la misma suerte.
Pero Juan insiste y Romano decide llevarlo con él al célebre Carrousel, un cabaret de mala muerte que oficia a sus veces como comité central de la mafia, sala de reuniones para los rufianes, punto de encuentro privilegiado para tejer oscuras tramas con sus clientes y lugar de dispersión y juerga en los ratos libres. Allí trabajan cinco prostitutas: la Franchuta, la Cordobesa, la Polaca, la Gallega y la Turca, comandadas por la madama Grisel (Maia Contreras), una mujer experimentada y suspicaz en el trato con los más pesados. Al Carrousel asisten los Anchos de la mafia: Bastos, Copa, Espada y Oro, dirigidos por Tinto (Leo Trento), el “capo mafia” que coordina los tejes y manejes más indignos de esta pocilga.
Es en este cabaret donde Juan conocerá a Rosa (Florencia Benítez), una de las prostitutas y… novia de su hermano. Romano la ha comprado y ella guarda las esperanzas de irse muy lejos junto a él, abandonar de una vez por todas esa vida ruin a la que la pobreza y la miseria la ha condenado para poder vivir, al fin, el cuento de hadas que una mujer como ella ansía más que nada en el mundo. Pero detrás de esa compra hipotética hay demasiados silencios y juegos sucios. Juan y Rosa se enamoran perdidamente y en el medio siempre estará la figura de Romano, cercenándoles la pasión. Pero cuando Juan se entera de las malas intenciones de su hermano, decide vender su alma e infiltrarse en los organismos de la mafia para destruirla desde sus entrañas y poder huir junto a Rosa de las garras de la decadencia propia de la década, en busca de la libertad.
Rufianes es una historia de amor, traición, pasión y muerte.
Siempre es recomendable poner las cosas en contexto y en este caso resulta fundamental para comprender algo más acerca de los personajes y conflictos de esta obra. Años ’30: ¿qué ocurría por estos pagos? Se trata de un período que ha sido denominado en la mayoría de los libros de historia como la década infame. Son los años de las olas inmigratorias masivas provenientes de Europa a causa de la guerra, el mundo estaba agitado y Argentina no se encontraba en mejor posición: miseria, hambre y pobreza por todas partes. Este es el momento de auge de las ollas populares y el surgimiento de las villas miseria. Estos eran contextos propicios para la emergencia de organizaciones mafiosas y la expansión del delito por las ciudades más populosas del país, que atravesaban procesos de urbanización a ritmos vertiginosos. A la par de la población, aumentaban los índices de criminalidad y corrupción.
Pero el delito no sólo se impregnaba en los estratos más bajos de la sociedad, sino también —y sobre todo— en las esferas más altas: este es el período del llamado “fraude patriótico” y el inicio de los golpes de Estado en Argentina (en 1930 Uriburu derroca a Hipólito Yrigoyen). No son datos menores y este es el universo que los autores recrean con gran maestría, aunque sin solemnidad: en cada escena se huele algo de la miseria de aquellos tiempos que, aunque no los hayamos vivido, son muy conocidos por los testimonios de tíos y abuelos, por la filmografía posterior e incluso por los libros de historia del Secundario. El periodista amordazado, censurado, que aparece en algunos momentos claves de la obra, es una clara muestra de los niveles de libertad de ese momento. Este es un recurso muy bien empleado desde la construcción de personajes, sus apariciones son pocas y esporádicas, pero de una gran contundencia para generar sentidos.
Este es el universo que los autores recrean con gran maestría, aunque sin solemnidad; en cada escena se huele algo de la miseria de aquellos tiempos que, aunque no los hayamos vivido, son muy conocido
Pero más allá de este marco socio-político, Rufianes es una historia de amor, traición, pasión y muerte (no daremos más detalles al respecto para no arruinar la sorpresa). Todos los personajes están muy bien delineados en esta trama, los conflictos mantienen al espectador sobre el borde de la butaca. La excelencia de los artistas en escena coopera con la narración (la mayoría de ellos ha participado de los elencos de las comedias más prestigiosas en Buenos Aires). El trabajo de Luis Longhi con las letras es otro de los elementos destacables: no sólo están muy bien escritas, sino que además ninguna de las canciones es un segmento apartado o un mero anexo, porque cada una se acopla a la totalidad de la propuesta dramatúrgica con gran fluidez (aunque por momentos ciertas deficiencias en el sonido nos hacen perder algunas estrofas y eso se lamenta).
La escena de sexo desenfrenado entre las prostitutas y sus clientes en las salas del Carrousel es —paradójicamente— una de las de mayor sutileza. Eludiendo lo explícito o meramente vulgar, pero sin dejar de sugerirlo, se hace un montaje del acto sexual cargado de espectacularidad
La dirección musical es obra de Juan Ignacio López, quien también ejecuta el piano junto a una orquesta de gran nivel que incluye violín, batería, flauta, contrabajo y el infaltable bandoneón. Con su talento, los músicos contribuyen a darle el tono de época a esta historia, fusionando géneros tradicionales con novedosas interpretaciones y creando sonoridades que aclimatan al espectador y lo ubican en los paisajes de esos años. En Rufianes la música deja de ser un complemento —algo lamentable que ocurre en más de un musical— para convertirse en una protagonista más de la puesta; no es mero acompañamiento sino que le otorga su propio sentido a esta historia.
La dirección coreográfica ha quedado en manos de Juan José Marco y eso es otro de los puntos fuertes de este musical. Son muchas las obras de este estilo en las que prima el canto y falta baile, o viceversa. Este no es el caso; todo es de muy buen nivel. Los cuerpos dicen y mucho. Todas las coreografías están muy bien logradas y ningún movimiento resulta azaroso o accesorio en el diseño de la arquitectura dramática. La escena de sexo desenfrenado entre las prostitutas y sus clientes en las salas del Carrousel es —paradójicamente— una de las de mayor sutileza. Eludiendo lo explícito o meramente vulgar, pero sin dejar de sugerirlo, se hace un montaje del acto sexual cargado de espectacularidad, se lo reconstruye en pasos de baile y segmentos coreográficos de gran vuelo. He aquí el imperio de la creatividad para resolver una escena ineludible, dado que buena parte de la trama se desarrolla entre las paredes de este cabaret.
Rufianes es una obra musical novedosa, porque parece estar inspirada en la célebre Cabaret pero contiene en su diseño elementos muy nuestros, bien característicos de las grandes ciudades de aquella época. El espectador rápidamente podrá rastrear esa familiaridad y se sentirá identificado con muchas cosas que ocurren en escena: los personajes retoman estereotipos de los años ’30, pero no se los reduce ni ridiculiza, sino que se les da un tono pintoresco y se los incluye orgánicamente en la trama.
Esta creación pertenece al circuito off de la ciudad de Buenos Aires, pero el nivel de todos los artistas en escena y el talento de sus creadores, hacen que no tenga nada que envidiarle a las mejores puestas del circuito comercial
El relato dramático se construye a partir de las reminiscencias de esa década infame (así también son sus personajes: infames) y de la impronta tanguera/milonguera, típica del arrabal de aquellos años. La estética que tiñe toda la puesta está perfectamente lograda: desde el detalle escenográfico más imperceptible, pasando por los vestuarios y peinados de los actores, hasta el juego de luces y la música en vivo que da vida a cada movimiento, como así también la organización de los objetos en el espacio y las dinámicas para crear escenarios diversos en un mismo territorio: una mesa donde se juega a los naipes, una barra donde se beben tragos y se hacen sociales, el sillón donde se fornica, la máquina del periodista a través de la que intenta hacer sus denuncias, la cama de Rosa casi como un sitio público por donde pasan decenas de hombres despojándola de sí misma.
La ductilidad del ensamble masculino y femenino como cuerpo de baile, la expresividad de Silveyra y el manejo de la voz de Benítez son otros puntos a destacar, porque todos contribuyen desde su lugar a que esta sea una obra musical digna, con pretensiones que se cumplen y con un nivel elevado en la propuesta, que se registra en cada uno de los detalles.
Esta creación pertenece al circuito off de la ciudad de Buenos Aires, pero el nivel de todos los artistas en escena y el talento de sus creadores, hacen que no tenga nada que envidiarle a las mejores puestas del circuito comercial. Una producción hecha a pulmón por jóvenes exponentes del nuevo panorama musical: Rufianes es una obra disfrutable, que agudiza los sentidos y que vale la pena ir a ver.
FICHA TÉCNICA
Título: Rufianes
Funciones: Lunes a las 21 hs. en el Galpón de Guevara (Guevara 326)
Localidades: $250
Reservas: www.alternativateatral.com
Idea original: Juan José Marco, Marcos Rauch y Juan Ignacio López
Composición musical: Juan Ignacio López
Libro: Marcelo Camaño
Letras de canciones: Luis Longui
Dirección coreográfica: Juan José Marco
Dirección general: Marcos Rauch
Elenco Protagónico: Talo Silveyra (Juan), Flor Benítez (Rosa), Juan José Marco (Romano), Leo Trento (Tinto), Maia Contreras (Grisel)
Ensamble Femenino: Micaela Barber Clas (la Polaka), Karina Daniela Barda (la Franchuta), Julieta Goncalves (la Gallega), Romina Julieta Ruiz (la Cordobesa), María Clementina Martí (la Turca/Swing)
Ensamble Masculino: Juan Mende (ancho de Bastos), Ignacio Pérez Cortes (ancho de Copas), Emanuel Robredo Ortiz (ancho de Oro), Marcelo Alejandro Amante (Policía/Cliente/Rufián), Paolo Sambrini (Periodista/Cliente/Rufián), Gracián Agustín Quiroga Páez (Cliente/Rufián/Swing)
Músicos: Juan Ignacio López (piano), Emanuel Teper (violín), Pablo Aragona (batería), Luigi Raponi (bandoneón), Rodrigo Marquez (flauta), Lautaro Vergara (contrabajo)